Era una fría tarde de octubre. Estaba colocando la última pieza de un complicadísimo puzzle cuando la mesa vibró... me encontré morro a morro con un roedor súper-musculoso, súper-tonificado, súper-enérgico: ¡era mi amigo Hiena! Un instante despúes, el calor de mi hogar era sólo un recuerdo... ¡ me esperaban las perpetuas nieves del Kilimanjaro!
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